p r i m e r n ú m e r o




angelica liddell
------ m. minkoff
----------- eldiablomundo
---------------- alxemy
--------------------- joaquín valenzuela bellocq
-------------------------- "quiméricas" x quim#
------------------------------- franco DiMerda
------------------------------------ sergio menéndez
----------------------------------------- julia r. blanco
---------------------------------------------- isis






pariendo tenias con los ojos



Pariendo tenias con los ojos------mi cuerpo sin vientre------goza lamiendo al perro inmovilizado------voy contra la ley de Dios------reja de Sam------¡llévatelo!------me clavarás sin tijeras los sobres en las manos------en mi casa todo se ata con intestinos----- - -----reja de Sam------¿quién eres y por qué no me amas?
















DIRECCIONES, PARA MÁS SEÑAS



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Aquella primavera llegó tarde, y trajo consigo consideraciones expresadas de un modo muy vulgar. En esas palabras que están ya blandas y calientes, palpadas por lenguas muy rápidas, con poco paladar. No es que pudiera encontrarle mayor significado a esta demora, pero fuera como fuese, soportaba el peso de una visión fragmentada. Y con todo ello, aún sabiendo la indefectible unión de mis sentimientos mudos, entornaba canciones por la comisura de la boca. Eran notas traídas de un subplaneta, era la historia de un momento desvencijado, y yo, sobre la tapa de aquel baúl, guardando vigilia por todos mis secretos.

Por la ventana se apuntaban las direcciones bien claras, ya fuese por el cañón de un fusil ya por la clarividencia de los tejados. Algo señalaba sin dedos que la manera más sencilla de ponerse en pie es flexionando las rodillas. Otro caso es convertirse en un ser grotesco e inflexible, tratando de atrapar el equilibrio en un solo impulso.

Estas y otras consideraciones me traían la locura a los sesos. Hubiese podido desertar y lamerme las heridas pero los finales fáciles ya estaban dichos por aquellas lenguas blandas. En esencia, podía decirse, que la búsqueda inexacta iba a ocupar el resto de mis días y, la diferencia entre eso y la nada, era tan sutil, que se podría haber desdoblado con la hoja de un cuchillo. Quizás, después de todo, simplemente fuese un ejercicio quirúrgico.


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77

descubrirte en el sentido
de quitarte del sillón la sábana
hombre de pequeños días cortos / casa
en proyecto de clausura
esto es lo inverso: las arañas
te treparon cuando niño y mira!
sos un decorado de habitaciones penumbrosas
alguien va limpiando cuartos cargados
de libros de hojas negras / de cajas
con fotografías verdes mayas
vas a mirarte en el espejo: estás
sin tiempo ni alas
apenas siendo pájaro estás vivo
alguien y vos limpian estantes / esculturas
traídas de viajes no resueltos
el silencio que se acaba con los días
es un crujido de un paso en escaleras
vas llenándote de ruidos de caídas de cucharas
vas abriendo los olores a cuchillo / las fogatas
se desprenden de las brazas y tu ropa aparece sin cenizas
hasta que seas
baldío / proyecto de arquitecto
abierto punto del sueño mientras busca tu sombra
luz que se traspasa por los ojos
busca tu cuerpo grande de detalles




67

soltame de mí la lengua mi amo
de vez en vez soltame la cadena
don perro dueño de mí abre los dedos
abre la línea dentada que sostuvo al pez en el pez

placeres y coqueteo de cordura
tu pelo me lleva entre las canas
sobre tu tarde huevo qué agua roja
corre por entre callejuelas criminales

soltame de mí la lengua que está atada
a tus palos con jota de hambre y hombre
guarida de mí soy ti-el-soberano
vengo a por mi tu / vengo
a lavarme los pies en medios charcos

rana que canta ahogada entre tus huellas
croa en la antesala de la cámara
donde los cocodrilos sueñan con escombros de ciudades
-hay una humedad triple en las cosas
cuando también son lloradas por la boca-

soltame de mí la lengua / tirá del primer hilo
y que salte la costura




5

Llegar la tormenta cual tsunami
Ver la ola nube, ha hecho
tanto calor. Transpiraste en la cama
Los murciélagos hacían fiesta de persianas.
Un par de gotas parece que cayeron.
Entonces hoy que llegue grande
en alta mar, no acá.
Que no haya daño, acá. Que la gente viva feliz
con los pocos trapos locos y sus chapas. Acá no.
Ya demasiado se pierde.
En alta mar que haya tormenta
para placer de las ballenas, y ni siquiera
placer de ellas
¡pobres!
que con las grandes tormentas las aguas
se revuelven y salen a la superficie
caracoles imposibles (piezas
que no coinciden con el modelo
de los puzzles terminados
y al final
las ballenas en las costas)
Que llueva acá
y finito.
Que llueva en todos lados
finito pulido, no fino de alfiler.
Y de última, tipo alfiler pero de gancho,
para que algo nos levante a la siesta
como peces pescados.



26

No podemos reemplazar este mar donde nacen
esferas de cenizas.
No podemos reemplazar tranvías por cajones
ni beber de los charcos cuando la boca
es un nido con plumas.
¡Pero qué sucesión de infiernos!
Es como ver conejos dar a luz
calandrias
el quedarnos quietos mientras el mar
mientras el mar
y sin rozarnos las rodillas mientras contamos
los ciclos de la rompiente y de la manta:
ahora se la quita, ahora vuela, ahora cae sobre su propia base.

Estamos qietos como la piedra en las estatuas.
Como la piedra que también es hombre y que te mira.

Pero no podemos vivir un solo día largo y sin descanso.
Con sus días y tardes y sus noches como estaciones intermedias.
No podemos incluir un año en un este lunes que lo contenga,
para vivirlo de una vez
y librarnos de lo que nos junta
y escupirlo en el viento
y que ya
nunca vuelva.



C O N T A F Á B U L A S :

L A   A M E N A Z A


Millones de años atrás, el dinosaurio era el rey no sólo de la selva sino del mundo entero. Ejercía su poder tiránico sobre los demás animales atrapándolos, jugando con ellos, comiéndoselos o simplemente despedazándolos y dejándolos tirados por ahí. Todos le temían y, desesperados, rezaban a Dios para que pusiera fin a tanta injusticia.

Hasta que un día Dios escuchó sus plegarias y envió al león.

Éste, si bien es cierto que en un primer momento mató a todos los dinosaurios dejando vivos sólo algunos pequeños reptiles, ejerció luego el mismo poder tiránico que sus antecesores aunque de una forma más salvaje.

Esto motivó que los demás animales se enojaran tanto con Dios que amenazaron no sólo con dejar de rezar, sino también con dejar de hablar en caso de que no parara el abuso.
Dios, cuidando esta vez de no fallar, creó un ser a su imagen y semejanza al cual llamó hombre, y lo envió de inmediato a la tierra para que hiciera la justicia que todos tanto pedían.

Poco después, los animales dejaron de rezar y nunca más hablaron.





LA MONA Y LA GENTE

Una mona perezosa pasaba durmiendo todo el día. Al verla flojear mientras todos se rompían el lomo trabajando, la gente le dijo:
—A quien madruga Dios le ayuda.
Pero un día, mientras la mona dormía, un programa concurso tocó a su puerta y como la encontraron la premiaron con lindos vestidos. La gente al verla pasear tan elegante le dijo:
—La mona aunque se vista de seda, mona se queda.
Poco tiempo después, como la mona vestía bonito, se le acercó un rico y le propuso matrimonio. Siendo ya millonaria la gente le dijo:
—No por mucho dinero tener, la gente te va a querer.
Mas la mona, haciendo oídos sordos, fundó muchos colegios y hospitales para los pobres siendo recordada incluso después de muerta. La gente dijo entonces:
—Es más fácil que entre un camello por el ojo de una aguja que un rico al reino de los cielos.
Años después, mientras el Papa la canonizaba, la gente ya no dijo nada.




LA CABRA QUE FUE ACTRIZ PORNO


Una cabra que trabajaba todo el día cargando bultos para su amo encontró un día, husmeando en el establo, una revista porno y se dijo:
—Voy a ser actriz porno y dejaré por fin esta vida de animal.
Así que al día siguiente abandonó a su amo y se embarcó rumbo a Budapest, capital de la pornografía mundial. Como era lógico, debido a sus aptitudes sobrehumanas: boca más grande, lengua más larga, vagina más profunda y mayor número de tetas, la cabra pasó con facilidad las audiciones que le hicieron y en sólo un mes intervino en varias películas que la hicieron famosa.
Pero, como la cabra siempre tira al monte:
—No debí abandonar a mi amo sin avisarle —se repetía—. Él sólo era un pobre como yo, por eso me hacía trabajar así. Ahora mismo me regreso.
Una vez de vuelta, el amo, como era lógico, la puso inmediatamente a trabajar. Primero en el establo, luego en su cama.





T E N I A










P A R Q U E






Se metió el dedo en la nariz con el placer de saberse vista, con la indefinible satisfacción de molestar a la familia que estaba sentada en el banco de enfrente, vestidos con colores pastel, que no podían hacer nada más que poner cara de asco. El cielo cambiaba de color casi imperceptiblemente, sus matices producían efecto alucinatorio. La gente pasaba sin apenas mirar, y sus sombras se movían en el suelo. Los esqueletos de árboles recortándose por encima de las nubes blancas hacían un eco del viento, suave, suave. Ella tiritó sin notarlo y agarró las bolsas que estaban a sus pies, porque se acercaba un niño con un perro. El niño se sentó y ató la correa del animal a la pata del banco. Se oía el ruido del perro forcejeando; ella suspiró y se puso a cantar con voz irregular mientras parpadeaba con fuerza. Normalmente funcionaba. Pero allí seguía sentado el niño, a su lado, mirándose una mancha en el pantalón. (Mierda.) Había algo que nunca fallaba: comenzó a darse suaves bofetadas en la cara, sin hacerse daño, pero con grandes gestos. No hubo reacción. Finalmente se levantó ella.

Se puso a andar por el parque. Le gustaba sentir la arena crujir bajo sus pies, le gustaba crear una especie de ritmo al moverse que le hacía observar algún sentido en las cosas, al menos un sentido armonioso, musical, si no de otro tipo, que regía el espacio y el tiempo. La gente con la que se cruzaba teñía el aire de olores rosados, que ella aspiraba: así les conocía. Las piedrecitas sonaban bajo sus zapatos raídos y ella sonreía, andando a pasos cortos y largos, cuidando la cadencia suave.

Al llegar a la tapia que separaba el parque de un solar, se quedó parada. Para ella aquel lugar contenía el universo entero. Las sombras se proyectaban en él, y ahora la luz era de oro. El cielo cubría el muro y el musgo por zonas lo pintaba de un verde prodigioso. Pequeños insectos recorrían la piedra de arriba abajo y de abajo a arriba, con patitas invisibles. Ella, sólo de vez en cuando, realizaba el ritual de coger uno de esos pequeños animales (concretamente, el cuarto que viese) y tragárselo, sin masticar. Sólo así permanecía aún con vida, y sólo así había aguantado treinta y tres duros inviernos en la calle. Era su secreto. El blanco duele.













 



 
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