m o n j a s



M O N J A S


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---- La beige, que pide el gran libro de las hormigas, porque están comiéndose el huerto del convento. Pero hágame un precio, pide. Se le cae la media en un descuido. En rigor, ella no es de este mundo. En rigor.
---- Las dos azules que conocí en una gasolinera del Chaco. Hacían autostop para llegar barato al cumpleaños de la provincial. Una sudaba por la cara, santamente. La otra gastaba chanclas viejas, toca vieja, manta vieja. Tendría veinte años y familia muy contada. Con confianza le hubiera preguntado. Ella dijo, no, ni hablar de eso.
---- La del bolso grande que espera a que salga el sol o el ómnibus. Es oscura como fondo de cosa, ciruela, muerta. Ya sabe retornar donde no es su casa. ¿Dónde estuvo su casa, por qué se lo preguntaría?
---- La que no es de acá, de este país, me refiero.
---- La negra vieja que aborrece desde su vara de falda. Y querría tocar las líneas. Un sexo poblado. Una mordedura, un humedal.
La que pasó su pubertad en la promesa, ésa sonríe con dulzura invertida.
---- La granate, de mediana edad, contestataria, con cadera floja de trepar barrancas. La que cree en la multiplicación se da golpes contra los cestillos de trigo.
---- El padre que dijo no. El padre que inmoló a su niña. La niña que se escapó.
---- Mi abuela, que era feliz en el mando dorado de una celda. La boca prieta no le habla al lobo, al corpiño prieto no lo dobla un hombre, el alma prieta va disciplinada hacia la tumba. Mi estirpe en el azar a causa de sus votos.
---- Las profesoras de religión, que me hicieron persona o animal sin resto de hedonismo. La pregunta que queríamos hacerles, latente revulsiva, la pregunta del juicio final del cuerpo primero. La pregunta no, ni hablar de eso.
---- La directora del colegio, hecha de una clase meridiana, con el hilo doble, con la hez de un cristo. Te mira te estruja te refila. Formamos las colaboracionistas del mañana, las almas robustas, las mantas, las tercas, las intachables sonrientes, las que no son del mercado, de este mundo, pues.
---- Y yo, maría, hecha música de dios. Y yo, maría, enseñada a templar las cuerdas de mi alma. ¿Qué es el alma?, dígame, ¿no extraña… y no, ni hablar de eso




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